La historia de esta enfermedad se remonta a la segunda mitad del siglo XVII, el estudio de algunas primeras descripciones sorprende, por la fidelidad y exactitud de sus síntomas característicos.
La primera mención de un posible ejemplo de miastenia se encuentra en una carta escrita en latín por el Dr. John Maplet de Bath (1658) al Dr. Thomas Browne de Norwich (Inglaterra), en la que relata a su colega el caso clínico de un niño de 7 años con fatiga muscular de las extremidades. Evidentemente, no es posible asegurar que se tratara de una miastenia juvenil.
Un contemporáneo de Maplet, el Dr. Thomas Willis de Oxford, describió en 1672 con gran precisión los síntomas típicos de una miastenia Gravis. Su libro “De Anima Brutorum” y otras obras del mismo autor fueron traducidos al inglés años más tarde por Samuel Pordage, en un libro titulado “The London Practice of Physick” (1683). Willis menciona la disartria, disfagia, diplopía y dificultad respiratoria, apuntando el hecho característico de la recuperación de la fuerza muscular tras el reposo y dice en su carta: “… en estos momentos tengo bajo mi cargo a una mujer honesta y prudente, que desde hace muchos años sufre una parálisis espuria, que no solo afecta a sus extremidades sino también a su lengua, de tal manera que durante un rato puede hablar sin molestias y con una intensidad aceptable, pero después de hablar durante un tiempo, de manera apresurada o con ansiedad, no es capaz de pronunciar una sola palabra y se vuelve mudad como un pez, parta después recuperar su voz en una hora o dos… este tipo de parálisis espuria que parece originarse de un defecto, o más bien, de una debilidad de los espíritus animales, que de una obstrucción, puede sospecharse que o solamente los espíritus en sí mismos muestran un error sino que en ocasiones la impotencia del movimiento local depende de un fallo en la unión que existe entre la sangre y las fibras motrices…”.